Se trata de la primera evidencia en mamíferos de que las estaciones del año tienen efectos persistentes en ritmos cardíacos o del reloj biológico -aquel que nos indica cuándo debemos despertar, dormir, entre otras cosas, y que incide en nuestro ánimo y salud-.
Para ello, los investigadores trabajaron con un grupo de crías de ratones transgénicos diseñados para producir una especie de proteína fluorescente, que permitía monitorear la actividad cerebral.
Con el fin de probar su teoría, los científicos estudiaron a diferentes grupos desde su nacimiento hasta el destete, en ciclos de luz artificiales de verano e invierno. Luego, los mantenían respectivamente en el mismo ciclo o en el opuesto para obtener patrones de actividad.
Tras analizar los resultados, se descubrió que los ratoncitos nacidos en invierno eran más lentos en su actividad cotidiana, sin importar si se habían mantenido bajo luz invernal o de verano, según ABC.
Al examinar sus relojes biológicos, los científicos descubrieron que tenían un patrón de ralentización que afectaba tanto su conducta como el ciclo de neuronas que regulan a dicho reloj.
Gracias a los datos recopilados, el biólogo Douglas McMahon -quien formó parte del estudio- señaló que la estación del año en que nacen los niños podría afectar su personalidad: “Suena a Astrología, pero no lo es… ¡Es biología estacional!.”, señaló.
Pero ¿Qué quiere decir esta investigación? De acuerdo a los científicos, significa que las personas que nacen durante la época invernal, a diferencia de las que lo hacen en verano, son más propensas a sufrir de depresión e incluso esquizofrenia o trastorno bipolar.
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